UNA HISTORIA CRIMINAL DEL MUNDO

Por Annalisa Magnolfi
Colonialismo y Derechos Humanos desde 1492 hasta hoy
De Eugenio Raúl Zaffaroni (ediciones Laterza, mayo del 2025)
INTRODUCCIÓN
Eugenio Raúl Zaffaroni, jurista argentino emérito, ha ocupado insignes cargos jurídicos como ministro de la Corte Suprema de Justicia y últimamente también como Juez de la Corte Interamericana de Derechos Humanos. En su libro aborda un tema antiguo, pero extremadamente actual: la afirmación del derecho internacional entendido como todas aquellas normas que garantizan una protección de la "persona" humana en sentido amplio, y no solo de la naturaleza/ entorno.
El autor expone su tesis como un hombre de América del Sur, ofreciendo una visión alternativa a la narrativa siempre propuesta e impuesta por los intelectuales noroccidentales, que ha traído consecuencias mortales.
Hablar del derecho humanitario podría ser fácil y poco complejo si partimos del nacimiento de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) en 1945, inmediatamente después de la finalización de la Segunda Guerra Mundial, con el objetivo de mantener la paz y promover todas aquellas condiciones que deberían mejorar el estilo de vida, el desarrollo cultural, social y económico en particular en los pueblos oprimidos, que viven en zonas geográficas desfavorables en relación al clima y a las condiciones políticas.
El 10 de diciembre de 1948 fue sancionada la Declaración Universal de los Derechos Humanos, cuya norma fundacional establece que "todo ser humano debe ser tratado como persona": ¡desafortunadamente, esta norma no entró en vigor hasta1976!
En efecto, se han tenido que crear a lo largo del tiempo órganos jurídicos capaces de juzgar a los Estados por la violación de estos derechos: así surgió la Corte Europea de los Derechos del Hombre, con sede en Estrasburgo (1950), la Corte Interamericana con sede en Costa Rica (1978) y por último la Corte Africana (2006) en Tanzania.
Existe además una Corte Penal Internacional con sede en La Haya vigente desde 2002 a la que no se adhieren USA, Rusia, China e Israel (¡casualmente los mayores Estados implicados en los conflictos actuales!).
El hecho de haber tenido la necesidad de crear una organización que salvaguardase los derechos inalienables del ser humano, es decir, de cada ciudadano que habita en cualquier Estado del mundo, parece una condición superflua e incluso contradictoria, considerando que este derecho está consagrado y proclamado en todas las constituciones de los Estados. Por lo tanto, significa que estos derechos no están garantizados en absoluto y los Estados (no los individuos que delinquen diariamente) son los mayores defensores de esta gran hipocresía colectiva.

"EL DESCUBRIMIENTO DE AMÉRICA"
Zaffaroni considera que 1492 no es una fecha aleatoria. En efecto, desde aquel año el mundo se conoció globalmente (Europa-Asia-África y por tanto las Américas) y desde aquella fecha se cometieron los crímenes humanitarios más atroces, los más brutales, pero también los más justificados, los más menospreciados e incluso los más normalizados. El mundo ha aparecido simultáneamente en su cultura criminal.
No es que en los siglos anteriores no se hayan cometido crímenes humanitarios (véanse las guerras persas, las invasiones bárbaras, el asedio de Cartago, por ejemplo), pero no habían tenido ese carácter internacional, ya que estaban circunscritos a Europa o a la Asia conocida. Hoy diríamos, que aún no estábamos en la era global.
El juez argentino, como se mencionó, intenta dar su aporte como hombre del Sur, oponiéndose a la visión occidental que considera a los pueblos de Occidente los más civilizados, intelectualmente avanzados, devotos de la religión más poderosa, por ende, una típica visión etnocéntrica.
El pensamiento colectivo occidental justifica la crueldad utilizada en las conquistas contra, por desgracia, los pueblos "débiles y complejos", en nombre de los altos ideales que creemos haber exportado, propugnados por los iluministas del siglo XVIII (liberté, égalité, fraternité), pero también en nombre de nuestro concepto de "bienestar" (entendido como la explotación de los bienes y de la mano de obra ajena), de "educación" (aboliendo y destruyendo todo lo que era autóctono), de "salud" (con las nuevas enfermedades infecciosas) y de "religión" (la monoteísta, católica/protestante).
En resumen, "cocido y comido", como dicen: las verdades fueron hábilmente ocultadas, fragmentadas, y los crímenes minimizados o borrados de la historia.
Si no hubiera habido una resistencia de los pueblos oprimidos que han transmitido la memoria de hechos nunca narrados y siempre silenciados por los periodistas de turno, nosotros occidentales aún estaríamos convencidos de que el descubrimiento de América fue un bien para la humanidad.
Nace entonces en esta época el colonialismo que durante cinco siglos ha creado la "historia criminal del mundo". El proceso colonial respecto a todos los pueblos indígenas de la Tierra no termina con la aparición de los estados llamados "democráticos" en las Américas, en Asia (India, China, Corea...) y en África, porque continúa con el neocolonialismo. Los Estados opresores han seguido controlando las ex colonias desde el exterior actuando en todos los frentes (político, económico, social): el neocolonialismo se ha transformado en el imperialismo del siglo XX (o época bipolar), hasta el neoliberalismo de nuestros tiempos, donde las finanzas gobiernan sobre todo y sobre todos, anteponiéndose también a las lógicas políticas de las potencias mundiales.

LAS POTENCIAS IBERICAS
Cuando España y Portugal se repartieron en los siglos XV-XVI las Américas del centro y del sur cometieron los peores crímenes humanitarios que un pueblo conquistador había producido hasta entonces: asesinatos, masacres, mutilaciones, abusos, tortura de millones de seres humanos considerados "no humanos". Se habla de 50 a 60 millones de personas eliminadas en un rango de dos siglos. A consolidar el botín humano, posteriormente colaboraron franceses e ingleses, que se repartieron América del Norte y el conocido genocidio de los indios nativos.
La supervivencia del colonialismo se basó en tres pilares: a) los conflictos de las potencias coronadas resueltos en el plano diplomático (" perro no come perro"); b) el progreso imparable del capitalismo productivo hasta la industrialización en serie; c) el progreso tecnológico en el ámbito bélico que ha permitido consolidar toda la fase neocolonial.
Pero, ¿de qué se ha nutrido el colonialismo? ¿Cómo ha podido perpetrar en el tiempo todas las atrocidades que cometió si no hubiera adoptado el modelo bien probado del patriarcado, de la misoginia, de la discriminación de género asociada a una buena dosis de racismo?! ¡Estos han sido los instrumentos con los que se ha logrado deshumanizar a millones de personas!
Además de la eliminación directa de los individuos, se agregaron las enfermedades infecciosas (como la viruela y la peste porcina) que han contribuido a diezmar las poblaciones autóctonas, así como a reducir la tasa de natalidad, sin mencionar la increíble tasa de suicidios.
Para sustentar toda esta insoportable maldad, a lo largo del tiempo los diversos pueblos colonizadores han estudiado teorías, filosofías y dogmas que sustentase la superioridad del hombre colonizador en base a su nivel de educación, de la religión profesada y de la cantidad de melanina presente en su piel.
Con la conquista de África, primero los hispánicos y luego los británicos, franceses, holandeses y belgas exterminaron y esclavizaron a los pueblos del África central, deportándolos luego a América, donde la escasa tendencia a la obediencia de los nativos, ya cruelmente exterminados, hacía necesaria la búsqueda de mano de obra para los extensos cultivos de caña de azúcar o algodón.
Todas las potencias colonizadoras extrajeron minerales raros y piedras preciosas utilizando, o, mejor dicho, abusando, de los nativos supervivientes. Se enriquecieron con la sangre y el sudor de millones de hombres, mujeres y niños, tratados como bestias de carga. La burguesía naciente post-iluminista, portavoz de aquellos valores éticos sobre los cuales surgieron grandes estados nacionales como Francia, Inglaterra y Alemania, hizo válidos estos principios solo para aquella casta naciente, nunca aplicada al vulgo deshumanizado de las ciudades emergentes, mucho menos a los pueblos colonizados.
Sin embargo, los Libertadores de las Américas del centro-sur se han basado en estos valores para liberar a sus pueblos de los colonizadores, manteniendo intactas esas cualidades humanas y culturales que hacen que los pueblos del sur sean tales.
España y Portugal en el siglo XV estaban impregnados del peor catolicismo, sinónimo de Inquisición, asociado a un brutal espíritu guerrero-conquistador. Disponían de ejércitos de mar y tierra extremadamente equipados y formados en la disciplina jerárquica militar y, por lo tanto, consolidados en una mentalidad patriarcal que permitió el establecimiento del más insidioso concepto de racismo basado en el color de la piel, base esencial para la esclavitud.
Una voz gritaba en el desierto a mediados del 1500 y fue la denuncia de fray Bartolomé de Las Casas, quien fue el primero en invocar lo que hoy llamaríamos "derechos humanos", los cuales obviamente nunca fueron aplicados.
Esta sed depredadora y devastadora de tierras ocupadas y pueblos subyugados fue también la causa de su decadencia y del avance de otras potencias como Francia e Inglaterra.
Naturalmente, esta colonización basada en la violencia y la erradicación de las culturas originarias provocó múltiples revueltas entre la población indígena: numerosísimas fueron aquellas ocurridas en México, aunque quizá la más famosa sea la revuelta de Túpac, último heredero del imperio Inca (1780), en Perú, que fue reprimida con tal brutalidad que aún hoy es recordada entre los pueblos originarios.
Claramente todo ese esfuerzo colonizador tenía una razón tangible: durante esas décadas de dominación, España y Portugal extrajeron toneladas de oro y plata de las minas del Sur, que enriquecieron exponencialmente a las monarquías, sin traer bienestar real a la población ibérica.

LA ESCLAVITUD
Se creó, por tanto, una masa colonizadora compuesta de marginales metropolitanos (aspecto que luego será común también a otras naciones como Inglaterra y Francia), constituida por la peor escoria de europeos, no bienvenidos en sus propios países, pero a los que se les garantizó la impunidad para devastar y matar a voluntad a las poblaciones indígenas. El exterminio fue tal que trajo como consecuencia una fuerte falta de mano de obra, que fue colmada posteriormente por la lamentable trata de esclavos: aproximadamente cien mil esclavos al año fueron transportados desde África (Angola, Guinea, Mozambique) y trasplantados a las Américas, completamente deshumanizados, considerados solo herramientas de trabajo.
Para entender la magnitud del fenómeno, solo entre 1640 y finales de 1700 fueron transportados unos 15 millones de individuos, sin considerar a todos los que murieron por enfermedades, por capturas violentas, por viajes extenuantes y no menos por suicidios debido a las violencias psíquicas sufridas.
Después de la mitad del 1600 también Francia, Inglaterra y Holanda comenzaron a colonizar los territorios de América Central y del Norte, utilizando los mismos instrumentos represivos que los ibéricos, es decir, adoptando la política de la esclavitud. Basta pensar que en el sur de los Estados Unidos el 40% de la población tenía orígenes africanos y, por cierto, en estas latitudes esta población perdió gran parte de sus tradiciones ancestrales, a diferencia de los trasplantados en el Caribe-Cuba-Jamaica donde surgieron comunidades en las que los esclavos pudieron refugiarse para escapar de los patrones-latifundistas: palenques en Cuba y Colombia, quilombos en Brasil, cumbé en Venezuela.
El hecho es que la trata de esclavos fue un verdadero comercio de vidas humanas, que se convirtió en una gran fuente de ingresos para los europeos sin escrúpulos. Estos últimos, para descargar su conciencia, señalaban al pueblo árabe de haber inaugurado tal actividad despreciable: una verdad parcial, en cuanto sí, los árabes habían iniciado este proceso cerca de 5 siglos antes, pero la magnitud del tráfico era considerablemente menor, alrededor de cinco mil personas al año; digámoslo, ¡nosotros los europeos somos siempre los "mejores"!
Desde el punto de vista antropológico, la importación de nuevas etnias en condiciones de esclavitud supuso en las Américas centro-sur una nueva estratificación de la sociedad patriarcal: en la base los negros y los indios, seguidos por los mestizos y los mulatos y en el ápice los blancos, mientras que en América del Norte se delinearon solo dos bloques formados por los negros esclavos y los blancos al mando, sin ninguna mezcla de sangre.
La esclavitud fue abolida en 1807 por Inglaterra y en 1815 por Francia, pero en la práctica siempre fue aceptada y tolerada en los procesos neocoloniales, aunque nunca se aplicó en su patria

HOLANDA-INGLATERRA-FRANCIA
Entre los siglos XVI y XVII, también Holanda, gobernada por una élite de banqueros que la transformaron en una potencia comercial, conquistó un lugar de primer orden entre las potencias coloniales: se fundó la Compañía de las Indias Orientales con base comercial en Ciudad del Cabo, primer núcleo fundacional de Sudáfrica, y se apoderaron de Indonesia.
En el mismo período, Inglaterra colonizó la India, mientras que Francia se concentró en Indochina, ocupando la Cochinchina (parte meridional de Vietnam en el delta del río Mekong) y estableciendo un protectorado en Camboya y en Laos.
A finales del siglo XVII y principios del XVIII las burguesías europeas eran las propietarias de grandes capitales capaces de iniciar la era de la industrialización, se desarrolló la migración de masas campesinas en las metrópolis, creció la emergencia del trabajo sub humanizante y mal pagado y también un exceso de oferta respecto a la demanda que sobrecargó las ciudades con una fuerte represión policial interna.
Una parte de ese proletariado hambriento y dispuesto a todo para la supervivencia animó a aquellos que, como ya se ha dicho, el autor define "marginales metropolitanos", escoria sin escrúpulos morales, sostenidos por los gobiernos de sus respectivos países por sus abominaciones. Es rica la narrativa cinematográfica hollywoodense sobre los pioneros que desde el Este se lanzaron a la conquista del Oeste americano llevando a cabo el genocidio de las tribus nativas indias.
En el siglo XIX, con la definición de todos los nacionalismos europeos, incluyendo Italia y Alemania, nace el concepto de Lebensraum (del etnógrafo-geográfico Friedrich Ratzel) sobre la base de que la raza superior tenía el legítimo derecho a ocupar su espacio vital en detrimento de poblaciones de raza inferior: la idea fue adoptada por Bismarck, perfeccionada por Hitler y adaptada a sus necesidades por los italianos y japoneses.

LA PARTICIÓN DE AFRICA
Entre 1800 y 1914 los estados europeos ocupaban el 85% de los territorios del planeta!
A mediados del siglo XIX se produjo también una nueva infamia, es decir el reparto por parte de las potencias europeas del continente africano, ya despoblado tras las deportaciones de los esclavos: Bismarck convocó la Conferencia de Berlín en la que participaron, además de Alemania, Inglaterra, Francia, España, Portugal, Bélgica, Italia, el imperio austrohúngaro, Rusia, Suecia, Dinamarca, el imperio otomano y también los Estados Unidos, con la ausencia de los países africanos.
África fue dividida como un pastel, sin tener en cuenta etnias o diversidades culturales: Inglaterra se apoderó de Nigeria, Ghana, Egipto, Sudán, Uganda, Kenia, Zambia, Rhodesia y Sudáfrica; Francia obtuvo toda África occidental, desde Mauritania hasta el Chad, incluyendo Gabón y el Congo francés (hoy República del Congo); a Portugal le tocó Angola y Mozambique, a España Guinea Ecuatorial, a Alemania Burundi, Ruanda, Tanzania, Namibia, Togo y Camerún y a Bélgica el Congo belga (hoy República Democrática del Congo).
A propósito de Bélgica, Zaffaroni se centra en el diabólico genocidio perpetrado por el rey Leopoldo, que contrató un ejército mercenario, siempre de origen africano, obligando a la población nativa a extraer el caucho en condiciones de esclavitud. Como consecuencia del bajo rendimiento se amputaban manos y pies, incluso a mujeres y niños: se calcula una matanza de al menos 2 millones de personas, pero otras estimaciones parecen llegar a diez millones.
En las colonias alemanas se llevaron a cabo experimentos de eugenésica que sentaron las bases para la supremacía racial que más tarde promovió Hitler.
En el África colonizada se cometieron tantas violencias, abusos y represiones como en el continente americano y las revueltas fueron aplastadas por la potencia de las armas de fuego que naturalmente los rebeldes locales no disponían.

LA RESISTENCIA DE LOS PUEBLOS COLONIZADOS
Inglaterra no perdonó de las matanzas ni siquiera a la India, donde fue brutalmente reprimida la revuelta de los Cipayos (entendida como primera guerra de independencia india en 1857) y los soldados que apoyaban al ejército de la Compañía de las Indias Orientales fueron exterminados junto con los habitantes de los pueblos y aldeas, hasta el punto de que aún hoy no se conoce su verdadera estimación.
El Imperio Otomano tampoco estuvo exento de masacres y genocidios: entre los siglos XIX y XX hubo matanzas a cargo de minorías como asirios cristianos, maronitas, griegos, curdos, pero el hecho más horrendo fue el genocidio del pueblo armenio (entre 1895-96 fueron asesinados cerca de doscientos mil individuos a la luz del cuerpo diplomático europeo, que permaneció indiferente). Las víctimas del genocidio armenio entre 1915 y 1923 se estiman en alrededor de un millón y medio.
También fue devastadora la ocupación de la Cochinchina (Vietnam, Camboya, Laos) por parte de Francia, que no perdonó a los pueblos autóctonos sometidos a un sistema colonizador violento: la búsqueda de la independencia de Vietnam del dominio francés fue la base de la guerra entre Vietnam y Estados Unidos que se consumó entre 1955 y 1975). Francia, de hecho, fue el país que tal vez trató de retener durante más tiempo el dominio y la influencia político-económica en sus colonias después de la Segunda Guerra Mundial.
En Vietnam, el mantenimiento de esta hegemonía propició el surgimiento de un movimiento independentista de corte comunista que se oponía al dominio francés, ubicado geográficamente en el norte del país y apoyado por la URSS y China. Mientras tanto, en el sur se instauró un gobierno anticomunista apoyado por USA. La guerra entre los dos Vietnam se desencadenó con el Incidente de Tonkín, un ataque de lanchas torpederas norvietnamitas contra un destructor americano. Este ataque nunca recibió apoyo real, pero Estados Unidos lo consideró así y utilizó esta estratagema para justificar su entrada en la guerra del lado de Vietnam del Sur.
Todos conocemos los horrores de este conflicto perpetrado contra la población civil (se estima cerca de cinco millones de muertos): un teatro de operaciones con armas químicas, como las bombas de napalm, que quemaron bosques enteros y destruyeron aldeas enteras, con daños ecológicos aún irreparables y trágicas consecuencias para las generaciones futuras. A pesar del claro fracaso en Indochina, Francia, durante su Cuarta República, continuó perpetrando el absurdo colonialismo que ejerció en Argelia, donde surgieron numerosos movimientos independentistas inspirados en las acciones de Nasser en Egipto: Así nació el Ejército de Liberación Nacional (ALN), brazo armado del Frente de Liberación Nacional, que llevó a Francia a una reacción extremadamente violenta, marcada por asesinatos de civiles, torturas y verdaderos actos terroristas
Solo en el 1962 fue reconocida la independencia de Argelia, lo que trajo consigo nuevas represalias contra los soldados y funcionarios franceses abandonados por su propio país.
Entre los siglos XVIII y XIX, incluso Australia y Oceanía no se salvaron de la furia de los colonos, en su mayoría europeos marginados, que trataron de esclavizar a los pueblos aborígenes, quienes fueron incapaces de adaptarse a las formas de trabajo impuestas por los colonizadores y por esta razón fueron encerrados en reservas, consideradas verdaderos campos de exterminio, y así abandonados a su muerte.
En el siglo XIX los estados centro-sud-americanos, después de la ola independentista operada por los libertadores (Simón Bolívar y José de San Martín), los poderes oligarcas ibérico-americanos, es decir los blancos locales, sancionaron las Constituciones pseudo liberales, pero no se apresuraron a abolir la esclavitud, útil para sus negocios. Los Estados Unidos se apoderaron del canal de Panamá (concluido en 1901), cedido a ellos por Gran Bretaña, y controlaron así todas las mercancías de las ex colonias del sur.
Mientras tanto, se produjo un fuerte flujo migratorio desde Europa, donde las clases campesinas y obreras vivían en condiciones muy desfavorables, hacia los países de las Américas, especialmente al Sur, en los territorios donde las políticas de explotación de los pueblos habían reducido fuertemente el número de habitantes. Llegó entonces una nueva fuerza de trabajo, parte de la cual se mezclará con la oligarquía local para conquistar nuevos privilegios y otros serán portadores de ideales socialistas y anti clasistas, aprovechando las nuevas filosofías que afloraron en la cultura del Norte.
Los ejemplos de abusos, de actos deliberados de predominio indirecto, pero igualmente eficaz, de los países del NORTE sobre los países del SUR son infinitos, ¡y la lista sería verdaderamente larga!

EL PERIODO MODERNO
Después de la Segunda Guerra Mundial los conflictos no terminaron. A pesar del nacimiento de la ONU, las potencias mundiales interfirieron de manera violenta, directa e indirectamente sobre las opciones de autodeterminación de los pueblos y cito algunas: la guerra de Vietnam, Camboya, Irak, Afganistán, Libia, Kosovo, Bangladesh, Birmania, Ruanda, y Sudáfrica, todas con un botín de vidas humanas absurdo y algunas no completamente sanadas desde el punto de vista de la estabilidad política.
Actualmente, según Zaffaroni, hay un colonialismo financiero que genera un "genocidio gota a gota", en el cual se instaura la financiarización de la economía que es la base del nacimiento de las "corporaciones" (sociedades) transnacionales, diferentes de las multinacionales que tenían una nacionalidad.
Estas corporaciones tienden a generar una élite propia, sin identidad nacional, que utiliza los Estados como simples instrumentos para obtener concesiones y planes financieros en su favor. Se llega al punto de que ya no sabemos quiénes son los dueños de las empresas, representados solo por los míticos gerentes, tecnócratas sin escrúpulos. En el Norte el poder ha pasado de la política a la economía de mercado, que, en ausencia de límites éticos y legales, puede considerarse una macro criminalidad financiera organizada.
En nombre de esta falsa filosofía del desarrollo y el progreso tecnológico, se causan daños irreparables al medio ambiente, se persigue a las minorías étnicas supervivientes, se instigan guerras bajo la falsa bandera de la democracia, se amordaza a los grandes medios de comunicación (que buscan el favor del poder ocultando hechos y difundiendo noticias falsas y distorsionadas), se compran a bajo precio capitales artísticos, servicios públicos y bienes nacionales en el Sur del mundo. Naturalmente, el crimen organizado, es decir las diferentes mafias mundiales, están conectadas a este sistema financiero, ya que controlan el tráfico de armas, sustancias tóxicas, órganos y personas que alimentan sus ganancias.
Esta nueva forma de generar pseudo-progreso trae consigo una amarga consecuencia: la violación sistemática de los derechos humanos. La ONU señala las desigualdades en el mundo: más de 800 millones de personas viven en la miseria más negra y cada día mueren de hambre y enfermedades alrededor de dieciséis mil niños y solo el 1% de la población tiene en sus manos la mayor parte de las riquezas de este planeta. Esta es una muerte gota a gota, imparable mientras el sistema siga azotando nuestras economías.
Basta pensar en las dos guerras en curso en este momento histórico (conflicto ruso-ucraniano y el exterminio israelí del pueblo palestino) y se comprende cómo el derecho internacional es pisoteado y burlado por las grandes potencias.
Estos últimos, por desgracia, no tienen en cuenta las declaraciones oficiales de los funcionarios de la ONU, que definen "genocidio" lo que sucede en Palestina y no reconocen los mandatos de condena, por crímenes de guerra y humanitarios, emitidos por la Corte Penal Internacional de La Haya para V. Putin y en particular para B. Netanyahu, quien está perpetrando (como todos sus predecesores sionistas) un etnocidio consciente sobre la población civil en Gaza y Cisjordania, utilizando más allá de los artefactos militares armas aún más horribles, como el hambre, la sed y la negación de asistencia médica.
El origen de este conflicto, también llamado cuestión palestina, se remonta a antes del final de la Segunda Guerra Mundial cuando Palestina era un protectorado británico y se tomó la decisión de acoger al pueblo judío disperso en el mundo para reparar el grave Holocausto generado por el nazismo, sin garantizar ninguna protección y salvaguardia de la población árabe que desde hace milenios habitaba esas tierras. Una vez más, los europeos estamos en el origen de los desastres geopolíticos actuales.
Si vamos al origen de los colonialismos encontramos esa clase burguesa, impregnada de ideales iluministas, que por definición debería haber negado el colonialismo, en lugar de secundarlo y perpetrarlo para obtener meros beneficios económicos y conquistar posteriormente el poder político, reemplazando a la clase noble moribunda.
De hecho, para poder sostener contemporáneamente la lógica colonial y la filosofía iluminista, fue necesario crear el falso mito de los derechos destinados exclusivamente a los blancos, excluyendo así a los negros e indios colonizados.
Quien apoyó esta teoría fue un gran filósofo alemán G.W.F Hegel (1770-1831), para quien la razón era el motor infinito que movía al Espíritu (Geist) y naturalmente este espíritu había nacido en Europa, precisamente en Grecia, anulando todas las civilizaciones anteriores (egipcia, babilónica, china, india, fenicia, judía) y los alemanes eran los que habían recogido esta herencia, dotados de un espíritu refinado y sensible.
Todo esto para demostrar que los indios y los negros, pero también los latinos y los europeos pobres, eran individuos no dotados de autoconciencia y por lo tanto privados de derecho jurídico.
Pensemos que, en 1897, en la Exposición Universal de Bruselas, se montaron jardines zoológicos donde se exponían al público indios y negros, para demostrar que la raza blanca era decididamente superior: el mito ario tuvo, pues, orígenes sólidos en el racismo colonial.
Este aberrante biologismo racista ha sido capaz de esterilizar a personas consideradas insanas como ciegos, sordos, epilépticos, oligofrénicos, drogadictos y homosexuales y esto ocurría en las democracias de Gran Bretaña, EE.UU., Japón, Suecia y Suiza.
La visión de la cultura europea hegemónica y puesta como base de las democracias del mundo en detrimento de las culturas del mundo del SUR, lamentablemente, sigue imperando y absorbida en el pensamiento colectivo occidental. Tanto que aún hoy llamamos "Tercer mundo" a los países del Sur, explotados, como si el llamado "Primer mundo", el mejor, el más democrático, el más liberal, jurídicamente avanzado fuera siempre el nuestro: el Occidente rico y opulento.

HOMO ECONIMICUS
En el período de postguerra, por lo tanto, se impone la hegemonía de los mercados financieros: se crea el Homo economicus, tratando de reducir al ser humano a la condición de un animal que busca la riqueza, donde cada aspecto de su vida se decide sobre la base de la oferta y la demanda en virtud de su empeño (meritocracia).
Los desfavorecidos sucumbirán y sobrevivirá solo la parte de la población capaz de satisfacer este principio impuesto por el mercado (lo que se denomina neoliberalismo).
El mundo del Sur, reitera Zaffaroni, su cultura y sus raíces ancestrales no han sido borradas por siglos de colonialismo, pero sobreviven, aunque mezclados con las costumbres y el bagaje cultural de los pueblos del Norte.
Esta integración de culturas es vista como el verdadero Espíritu resistente del SUR. Este espíritu de resistencia ha sido la base de todas las luchas para reconquistar la libertad, la independencia y los propios derechos, primero como personas, es decir, como seres vivos, luego como ciudadanos.
El derecho siempre se ha valido del impulso desde abajo; jamás las categorías hegemónicas han emitido leyes a favor del pueblo, y el autor espera que este espíritu resistente, innovador, basado en el respeto del ser (persona / entorno- medio ambiente) propio de las poblaciones del Sur, logre frenar la política devastadora del neoliberalismo y proponer una nueva forma de vivir en este planeta.
CONCLUSIONES-REFLEXIONES
Los escritos del juez Zaffaroni ofrecen múltiples ideas para la reflexión.
El colonialismo, que nace con el "mítico descubrimiento" de América, ha sido y es la raíz de numerosas problemáticas geopolíticas y económicas, de conflictos entre pueblos y etnias, de erradicamientos culturales, de limpiezas étnicas; colonialismo que aún perdura bajo el disfraz de un neoliberalismo supranacional dirigido por las macro-corporaciones que deciden las elecciones políticas y económicas de los estados del sur cada vez más endeudados, ya que se basa en la explotación de sus recursos naturales; colonialismo que vive como forma de dependencia de una potencia bélica que produce armas nucleares y que ejerce poder de veto en las decisiones de la ONU; colonialismo, por último, entendido como poca tolerancia a la inmigración de poblaciones del Sur a los estados occidentales y como subcultura al considerar subalternas e inferiores las poblaciones con un pigmento de piel más oscuro que el nuestro (ver el "caporalato" en los cultivos agrícolas en nuestras latitudes).
El pueblo occidental, en particular el europeo, se ha impregnado durante siglos de esta mentalidad supremacista, hemos creído ser los mejores por ser más intelectualizados. ¿Pero intelectualizado con respecto a quién y a qué? Creíamos que nuestra expresión artística, nuestra música, nuestra literatura no tenía rival con las otras culturas, consideradas ingenuas.
Hemos pensado en disponer de los distintos continentes como en el juego del Risk, con reparticiones ilógicas, como ha ocurrido en África, donde todavía persisten las guerras entre etnias diferentes, obligadas a vivir en el mismo lugar geográfico.
En lugar de recurrir a la cultura de los países colonizados hemos querido constituirlos a nuestra imagen y semejanza, no los hemos considerado un valor agregado, un enriquecimiento, sino que los hemos aplastado como se hace con un insecto fastidioso.
Todavía nos consideramos los portadores del progreso tecnológico contaminando comunidades tribales e indígenas con una mentalidad y un sistema basado en el capitalismo y consumismo: hemos destruido ecosistemas naturales, haciendo incultivables los campos, contaminando los ríos, privatizando las tierras, no permitiendo el acceso público al agua potable o a las medicinas básicas.
Las multinacionales están confinando a territorios cada vez más reducidos a las comunidades indígenas, como ha ocurrido en Brasil, pero en general en muchos países de América del Sur, incentivando además los cultivos de coca, tanto que Colombia, Bolivia y Perú son los mayores productores de cocaína.
Por no hablar del "colonialismo" invasivo e invasor de los EEUU: en los años 60-80 la inteligencia americana apoyó y garantizó el poder a las dictaduras militares de Chile, Argentina y Uruguay, las cuales se mancharon de horrores por las torturas y el asesinato de miles de opositores, con miles de jóvenes desaparecidos, nunca encontrados.
Además, desde 1958, persiste el embargo sobre el pueblo cubano, exhausto que ha resistido y resiste con la mayor dignidad.
Hay que subrayar, además, que los Estados Unidos siguen siendo el único país del mundo que ha lanzado dos bombas nucleares sobre la población civil en Japón con daños inenarrables a vidas humanas y que nunca ha sido juzgado por esa tragedia, ni por los crímenes de guerra y contra la humanidad, cometidos en las décadas siguientes.
Una nación, además, siempre solidaria y aliada del estado sionista de Israel, que desde hace más de 77 años está llevando a cabo un verdadero proceso de limpieza étnica sobre el pueblo palestino.
Aquellos que son acusados y perseguidos no son los responsables de tales atrocidades, sino quienes dicen la verdad sobre estos hechos. Como le sucedió al periodista Julian Assange, que tuvo el valor y el mérito de hacer públicos los asesinatos y las torturas cometidas sobre la población civil por parte del ejército estadounidense en las guerras en Oriente Medio (Afganistán - Irak), ese ejército conocido supuestamente como el Estado más "democrático" del mundo que ¡siempre actúa por el bien de la humanidad!
Podría continuar hacia el infinito sobre las maldades cometidas por los pueblos del Norte y ha sido espeluznante ponerlas todas en fila en tan solo 5 siglos de historia. Creo que aún hoy muchos hechos están oscurecidos por secretos de estado, pero son suficientes los citados para reconocer que Nosotros, como humanidad del Norte, hemos fallado miserablemente. Habría que tener el valor de pedir perdón a los pueblos sometidos y quizás también pagar los daños producidos por esta desenfrenada y loca explotación. Esperamos, como sugiere Zaffaroni, que se produzca esa revolución pacífica de los pueblos del Sur que devuelva el equilibrio y la justicia al mundo.
Annalisa Magnolfi
16 de setiembre de 2025