
YO SOY MIO
Por Elena Forgiarini

"La siguiente historia espera poder llevar un poco de inspiración y esperanza a los corazones de quienes la leen, tratando de recordar cuán grande es el plan que el Padre tiene para todos nosotros... si deseamos escucharlo. Fue un regalo demasiado grande para no compartirlo. Al contarlo, el valor que llegó a mí se multiplicó".
Después de tanta lluvia, eh aquí una hendija de azul en el cielo, leída como señal de buen augurio para un día tan esperado.
Dejando atrás el pueblo tomamos un camino rodeado de vegetación que, ante el asombro de todos, poco a poco se fue abriendo hacia un lugar maravilloso.
Y aquí, detrás de la gran puerta, nos recibe el rostro sonriente de Silvia, a la que poco después se une su marido Gerardo.
Me acerco seguido de Stefano y de todos los chicos que, como yo, querían conocer esta realidad única en su género.
Les doy la mano y, mirándolos a los ojos, inmediatamente me siento como en casa.
La gran estructura de piedra que alberga "la casa de acogida" y la casa de Silvia y Gerardo, se asoma a un paisaje impresionante, rodeado de una exuberante naturaleza en la que muchos animales encuentran consuelo: caballos, burros, llamas, cerdos, conejos y muchos otros, también, como un gran número de olivos.
Ya desde la primera mirada, comprendí cuánto trabajo y esfuerzo había detrás de todo esto, pero de la energía vibrante que se podía percibir, también estaba claro el amor y la alegría que traía a sus almas.
Gerardo enciende el fuego del gran horno que él construyó en el comedor, sobre el cual se encuentra un lugar inusual para una vivienda. Subiendo las escaleras de madera, nos encontramos en una gran habitación donde las altas paredes estaban equipadas para escalar y el suelo cubierto de colchones.
"Esta" - dice Silvia - "es la sala "MI FIDO" -Confío- que Gerardo construyó específicamente para nuestros jóvenes. Ya sabes, cuando vienen a nosotros, traen consigo historias pesadas que han marcado indeleblemente su ser, perdiendo la fe en todo lo que los rodea. Entonces mi esposo pensó en construir esta habitación para ayudarlos a volver a recuperarla. Al principio tuvieron dificultades. Una vez subieron, no tuvieron el valor de dejarse caer, pero luego, con el tiempo, nuestra constante presencia y amor, aprendieron que nada les pasaría, y poco a poco, día tras día, han recuperado la confianza perdida".
Y a partir de ese breve relato, me di cuenta de que estaba frente a personas realmente especiales, con una sensibilidad y una intuición poco comunes para los estándares actuales.
Al explicarme las actividades que realiza, Silvia, con gran delicadeza, me cuenta a veces las historias de los jóvenes que ha acogido, sus fragilidades, las heridas impresas indeleblemente en sus almas, sus sueños, sus actitudes.
Algunas experiencias cambian por completo la perspectiva de lo que creemos normal. Después de haberlo experimentado, lo que antes considerabas "normal", entonces, ya no puedes ni siquiera concebirlo. Te das cuenta de cuánto dolor, cuánta violencia, cuánta distorsión sea capaz de hacer la raza humana, si todavía se la puede definir como humana.
"Cuando llegan" – continúa Silvia – "no sabemos nada de sus historias. Sólo con el tiempo, poco a poco, se van revelando. Sucedía a menudo cuando estábamos en el auto y yo conducía, o por la noche, en la oscuridad, mientras les contaba una historia. Entonces comprendí: ellos se contaban los unos a los otros cuando no eran vistos".
Mientras escucho sus palabras, mi mente vuelve por un momento a las historias de Antonella Lestani, (Presidenta Regional de la ANP de la FVG), cuando, con su gran sensibilidad, me contó las historias de algunos partisanos, los traumas vividos y cómo repercuten en su vida actual; el silencio, la vergüenza, la dificultad para contar la propia historia.
Entonces, llevado por la historia, noto estas similitudes, y observo que la mirada de Silvia cambia cuando habla de ello. No obstante el tiempo transcurrido, se reflejan todavía en ella el dolor, la confusión, el cansancio de aquellos días, pero al mismo tiempo también podemos captar la gran fuerza que la distingue, la convicción y el amor con el que siguió su camino, sostenido siempre por su pareja, un alma maravillosa, profunda y valiente.
Gerardo, con su introspectiva y capacidad reflexiva, encuentra el justo connubio con Silvia. Él se define ateo, no le gusta perderse demasiado detrás de los discursos, de la formalidad; prefiere actuar. " El punto de encuentro entre ustedes y yo es este hogar" - dice Gerardo mirando el fuego.
Más que el hogar. A medida que profundizamos más y más en las historias, poco tiempo después, los puntos de encuentro entre nosotros fueron muy diferentes. Sus ojos se iluminaron al recordar a Giulietto Chiesa, el Doctor Nino di Matteo, Peppino Impastato y muchos otros.
Una vez que llegó la hora de almorzar, llegaron los primeros chicos y como pasó con Silvia, encontré el estar allí, entre ellos, así de natural y familiar, tanto que las horas pasaban velozmente, entre cuentos, risas y reflexiones.
Luego, durante la tarde, me armé de valor y le pedí a Silvia la posibilidad de hacer una entrevista, para poder compartir también con otros las muchas lecciones que tuve la oportunidad de aprender a través de ellos durante el día que pasamos juntos.
Ella acepta con gran humildad y nos apartamos en la terraza, donde el sol calienta agradablemente el aire que parece acariciarnos dulcemente.
"Mi vida nunca ha sido sencilla. Siempre me he sentido "diferente" respecto a mi familia de origen, en mis modos, en mis elecciones; Yo era la extraña. A los veinte años, mi interés por el voluntariado me llevó a unirme a "La Opera Madonnina del Grappa".
No sé qué me empujó en esa dirección, pero advertía una necesidad; Sentía el deseo de entregarme y sentirme útil. Siempre he tenido el deseo de realizar una búsqueda espiritual, necesitaba entender que había algo más. Una búsqueda dictada también por soledad, por una incapacidad de aceptar a las personas que no se "entregan demasiado", hasta el final, he aquí que, yo en ese tipo de relación no logré encajar.
Con el tiempo decido irme a Brasil. Ir allí significó dejarlo todo, vivir totalmente dentro de la obra. Después de todo, ¿No es eso lo que Cristo nos pide: dejarlo todo para seguirlo? Y así lo hice empezando desde cero. "Él" siempre me acompañó, dondequiera que fuera, hiciera lo que hiciera. Permanecí en Brasil tres meses y luego me trasladaron a Albania. Cuando regresé a Italia, a Florencia, me dieron mi primer refugio con seis niños. Es allí donde conozco a Gerardo, impulsado también por el deseo de hacerse útil y es allí donde comienza nuestra historia, o, mejor dicho, donde está nuestra vida hoy.
Inmediatamente quedamos "embarazados" y decidimos casarnos dejando las respectivas estructuras de las que éramos responsables e inmediatamente tuvimos dos hijos, uno por año.
Mientras tanto nos mudamos al Piemonte, donde estaba la familia de Gerardo. Pero no era suficiente nuestra familia, el lugar donde estábamos, así que volvimos a Florencia. Y a partir de ahí tomamos la decisión de empezar a acoger niños en guarda, porque la experiencia que vivimos nos había marcado.
La primera niña llegó cuando nuestros hijos tenían 4 y 5 años respectivamente. Esa primera experiencia sirvió luego para dar el siguiente paso, que fue abrir la estructura que ves hoy.
Un día cuando los niños eran pequeños, estaba jugando con ellos en el patio y agarré a uno de ellos, riendo y le dije: ¡Ahora eres mío! El se dio vuelta y me dijo que no, "¡Yo soy mío!" Fue un momento importante que me llevó a reflexionar mucho, así que de ahí nació el nombre de nuestra comunidad.
En este camino hemos encontrado muchas satisfacciones, pero también mucho cansancio y dificultad, pero nunca me he sentido abandonada. Sabía que Cristo estaba a mi lado para sostenerme y guiarme, mostrándome el camino en la medida en que estaba dispuesta a escucharlo, a conocerlo. Cuántas veces lo he frenado a lo largo de los años.
Hacer demasiado a veces quita el sentimiento; sobre todo te aleja de recurrir a algo que te hace sentir bien porque estás tan inmerso en el tener que hacer que incluso te olvidas de ti mismo. Sólo ahora me doy cuenta. Yo no he existido por varios años, siempre con la cabeza gacha.
Esas palabras me impactan profundamente y me llevan inexorablemente de regreso a las enseñanzas de nuestro querido Giorgio. Entonces le pregunto
– "Y en ese no existir, ¿Cómo te sentías?"
– Silvia: "No puedo decir que haya hecho una elección, yo no podía prescindir de ella. ¡Gerardo y yo solo dijimos que sí! ¡Sí a todo, a los grupos, sí a las personas, sí a estos chicos acogidos, sí! Ahora somos nosotros, yo, Gerardo y mis hijos, ahora 25 años después.
"Cuando dices: Gerardo y yo, mis hijos y yo, ¿Cómo te sientes con estos chicos que has acogido, sientes la distinción entre ellos y tus hijos naturales?"
– Suspira Silvia, por un momento su mirada se dirige al cielo, luego continúa: "No se puede mentir. Se los ama a todos con gran compromiso. No soy Cristo, no soy una santa. Ante determinadas situaciones tengo que comprometerme a amar a las personas, luego llega velozmente, llega fácil, pero tengo que comprometerme y el compromiso que tengo de amor a estas tres tipologías de hijos es diferente.
Soy madre biológica, y eso es algo natural, no hay que hablar, no hay riesgo de temer que no me quieran y viceversa. Luego soy madre de un hijo adoptivo, un amor más. Los eliges, allí les das una oficialidad, él es tu hijo, él te lo ha pedido, tú, le has dicho que sí, por tanto, hay un compromiso de por vida. También este amor no se cuestiona y también su actitud es muy similar a la de mis hijos.
Y luego están ellos, los hijos de acogida, otro amor más. Este es un amor que debes renovar cada día. Este no es un amor obvio, siempre están buscando confirmación. El cuidado de crianza nunca te hace sentir protegido, nunca seguro, ni ellos ni nosotros.
Estos chicos necesitan sentir que pertenecen a alguien. Su familia de origen siempre está presente, no la quieren, no la aman, pero yo lo reconozco y saben los problemas que tiene esta familia, pero al final nunca se separarán de ella, no es posible. Entonces permanecen en este vórtice.
Ellos tienen miedo al amor, no lo sueltan, ninguno de ellos. Tienen miedo de entablar relaciones con los demás, sienten que fuera de nosotros nadie se preocupa por ellos. Y, lamentablemente, esto suele ser cierto. Interesarse realmente por ellos significa profundizar en ellos y esto significa hacer algo. Si me acerco a ti, me adentro en ti, siento tu dolor, siento cómo hacerte feliz, cómo puedo aliviarte, tengo que comprenderte; Me pongo en situación de no existir porque tú estás ahí primero; ¿Quién quiere hacer esto hoy en día?
Sabes, nos sentimos elegidos por estos chicos, pero a veces en nuestros corazones hay miedo de ser elegidos porque no tienen otra oportunidad o porque les viene bien. Esto a veces es motivo de discusión, pero sus historias son claras y siempre debemos recordarlo.
La realidad que Gerardo y yo hemos creado es muy distinta a aquella en la que dimos nuestros primeros pasos. Esa era una realidad formal, institucionalizada, que no funciona y no se vive en familia. La pareja no estaba presente y los responsables del proyecto no eran siempre los mismos, había una rotación frecuente, formada por muchos jóvenes con buena voluntad, pero poca experiencia, un "turn over"-cambio permanente- que no les permite contar su historia… no les permite confiar. Había falta de continuidad de emociones, cambios de humor y esto hace perder de vista muchos detalles necesarios para poder ofrecer una ayuda concreta a los jóvenes.
Para nosotros la presencia de la pareja es fundamental, actúa como contenedor. Representa un punto fijo, promueve y ayuda a la cohesión de todo el grupo. Por supuesto que se ve muy afectado por este contexto. Lo que me ha ayudado personalmente es la espiritualidad que también aporto a la pareja. La unión con Gerardo va más allá de nuestros límites porque juntos hemos creado algo importante. Es un vínculo que va más allá de nuestra elección. Y luego aprendimos a amarnos incluso en medio de todos los continuos cambios que la vida nos trajo, y que todavía provocan una transformación continua en nuestra relación."
Mientras Silvia habla, me pregunto también cómo pudieron haber vivido esta experiencia tan intensa y rica sus hijos, que no la eligieron directamente, sino que les fue impuesta. Silvia me responde que, a pesar de legítimos miedos y dificultades e inconvenientes, sus hijos han crecido con espíritu abierto y generoso, cualidades innatas en su alma pero que ciertamente la vida de comunidad ha sabido enriquecer y desarrollar ulteriormente.
- "Pero si miras atrás, ¿Qué sientes que has recibido de toda esta experiencia"
- Y ella una vez más me sorprende con una respuesta que sólo un ser tan especial podría dar.
- "Más que recibido, espero haber cumplido con mi deber. A mí se me pidió esto y lo hice. Esto me da tranquilidad y paz. Me di cuenta de que en cierto momento de los años tuve un delirio: tenía miedo de no hacer lo suficiente y me sobrecargaba.
Hubo un momento en que mis hijos, ya adolescentes, me preguntaron: ¿Cuántos tenemos que ser? Era tan grande mi miedo de perder la petición de lo que para mí es Cristo, de decepcionarlo, de perderlo si no me daba toda yo, que entraba completamente en el hacer anulándome.
Hoy he comprendido que eso no es así, entendí que yo también tengo que ir más despacio y al hacerlo puedo buscarlo y encontrarlo más a nivel espiritual y me siento mejor también; Me di cuenta que había pasado años enojada porque estaba cansada, agobiada, tenía dolores locos, siempre complaciendo, nunca diciendo no, pero no se puede. Y ahí te arriesgas a ponerte en el lugar de Cristo, ahí me arriesgué a hacer cosas que no eran para mí; Cuando te pierdes demasiado dentro de la misión sin ver nada más, corres el riesgo de perderte definitivamente.
Hoy he aprendido a vivir con mis límites y mis debilidades. Antes no aceptaba que no era capaz. De alguna manera, por el deseo de ser humilde, me volví cualquier cosa menos humilde. Tuve que hacerlo yo misma, arreglarlo, acomodarlo, hacerlo. Me perdí muchas cosas, pero también aprendí muchas otras. Hoy lo entendí, di un paso atrás. Me sentí tan mal durante este pasaje, no sabes cuánto: lloré, grité, incluso me desquité con él, le dije que me sentía sola.
Pero en realidad este no es el caso. Entendí que soy miserable y admitirlo fue una liberación. Admitir que me equivoco como todos y entender que él no se escandaliza fue liberador para mí. Mi mérito es estar ahí, seguir. Antes tenía que defenderme con la espada desenvainada cuando me enfrentaba a mis límites, a mis defectos, porque no podía amarme así.
Ahora no, me acepto y me amo tal como soy. Admito mis errores y ya no me preocupo, no me escondo, también porque él me ve y tengo que responder ante él y ante nadie más. ¿No te agrado? No es un problema, sólo ve un poco más allá. Sé que lo doy todo por la gente, si no te gusta mi manera, lo entiendo, pero no tengo otro modo.
Con los años he aprendido a tener la capacidad de conocer a todos. Al principio fui mucho más rígida. Tenía que serlo para sobrevivir, dando reglas claras y firmes y haciéndolas cumplir. Hoy puedo permitirme ser más flexible, aceptando también la diversidad a trescientos sesenta grados.
No olvido el dolor que he recibido en estos años, las veces que no me sentí comprendida, respetada, cuando no sentí gratitud por lo que estaba haciendo a pesar del gran esfuerzo y sacrificio. Pero luego sentí que a través de este camino también pude superarme, sanar una parte de mí y esto nunca lo podré olvidar.
Cuando les di la bienvenida a cada uno de ellos, siempre pensé que estaba dando la bienvenida a un pequeño Cristo en mi hogar. Veo una parte de mí en ellos, por eso ayudarlos es ayudarme a mí.
Otro enorme regalo que he tenido en los últimos años ha sido poder cuidar de mis suegros. Y allí hubo otra curación para mí, para ellos y para todos".
Me doy cuenta de cuánta profundidad hay en su historia, impregnada de espiritualidad. En lo que dicen, resuenan en mi cada vez más las palabras de Giorgio, por eso le pregunto cómo surgió el encuentro entre ellos.
Y ella responde tímidamente: "Mara fue un vínculo, un gran puente, porque tuvo la paciencia, las ganas, el amor hacia mí para permitirme conocer a Giorgio. Ella pudo verme a través de mi humanidad y quién sabe, tal vez incluso en alguna otra cosa.
Hace ya muchos años que nos intercambiamos mensajes y sé quién es él y quién habla a través de él porque lo que él explica luego se manifiesta siempre en la vida. Nunca he tenido dudas, lo siento fuerte en mí y comparto cada palabra, cada gesto suyo y no siento la necesidad de que otros quieran o puedan comprender mi sentir.
Encuentro que hay una gran similitud entre los caminos de Giorgio y los de Cristo: ambos tienen la capacidad de hacerte sentir único, transmitiéndote un gran entusiasmo."
Lo que él me transmite, yo trato de transmitirlo a través del hacer, de acciones concretas, de la coherencia.
Luego la conversación procede con un intercambio recíproco de experiencias de nuestras dos respectivas realidades, encontrando muchísimas correspondencias, modalidades. Por primera vez en mucho tiempo me sentí comprendida sin palabras, leída en cada rincón más recóndito y mucho más. Nos conmovimos, reímos, discutimos y poco a poco todos los chicos se sumaron.
Mientras hablábamos, Francesco estaba probando nuestro dron, haciéndolo volar sobre las hermosas colinas que nos rodeaban.
Sólo al final del día, cuando regresamos al hotel, mirando las imágenes tomadas juntos, nos dimos cuenta de que una bola de luz había pasado justo en el cielo sobre nosotros.
Quién sabe, tal vez una señal, un saludo de nuestros hermanos amados.
Para nosotros, una forma mágica de concluir un día inolvidable.
Elena Forgiarini
3 de julio de 2024