KAVOD
Por Alice Bei
La palabra Kavod es un término hebreo que se puede traducir como "Gloria del Señor", como lo sugiere Éxodo 33:18, el pasaje en el que Moisés le pide al Señor que "le muestre su Gloria".
Es precisamente de Moisés y de su obra de lo que hablamos cuando vivimos la experiencia que estoy a punto de describir: era la tarde del 28 de junio, hace exactamente un mes, y nosotros, jóvenes de la asociación "Del cielo a la tierra", nos encontramos en nuestra sede, como suele suceder, para pasar un tiempo juntos y profundizar en algunos temas de la ciencia del espíritu.

Esa tarde Marcos nos describe la figura de Moisés, cuya historia se narra con detalle en el libro del Éxodo: Moisés era un niño hebreo que, para escapar de la persecución del Faraón de Egipto (que había ordenado matar a todos los niños hebreos menores de dos años), fue colocado en una cesta por su madre y fue encontrado y adoptado por la hija del mismo soberano.
Moisés, pues, crece en el seno de la familia real egipcia, de la cual aprende todos sus ritos y costumbres, y un día, ya adulto, presencia la tortura de un esclavo hebreo por parte de un egipcio: sintiendo crecer en su interior un gran sentido de justicia, Moisés mata al egipcio, luego escapa y se refugia en el desierto de Madian, con su futuro suegro Ietro.
Después de un tiempo, Moisés esta pastoreando el rebaño de Jetro y, mientras busca una oveja perdida, se topa con la famosa zarza ardiente (en realidad, una esfera de luz), que lo intima que vaya a pedirle al faraón de Egipto que libere al pueblo hebreo de siglos de esclavitud y lo deje partir. Moisés no se considera la persona más indicada para llevar a cabo esta tarea, pero, tras varias vacilaciones, las diez plagas y el pasaje del Mar Rojo, conduce al pueblo hebreo durante cuarenta años en el desierto.
Habiendo recibido las Tablas de la Ley (los Diez Mandamientos) de Dios, Moisés habló con Él muchas veces más, pero el pueblo hebreo era "de dura cerviz" y continuamente transgredía todas las leyes y preceptos dados por el Señor.
En el preciso momento en que Marco cita la petición de Moisés a Dios de mostrarle su Kavod y la comenta, Marco y yo sentimos el impulso de alzar la vista al cielo y, de repente, vimos una esfera de luz clara, casi de color marfil, brillando en el cielo oscuro y estrellado. Parpadea durante unos segundos y, poco después de que todos la hayan notado, se mueve ligeramente hasta extinguirse pero no por completo.
En un instante, todos pasamos de la incredulidad a la más profunda gratitud por estos Hermanos nuestros que tanto hacen por nosotros, intentando despertar el mayor número posible de almas, y que continuamente nos dan señales de su presencia y cercanía con manifestaciones similares a la que nos ocurrió. Porque sí, estamos seguros: lo que apareció sobre nuestras cabezas esa noche fue, en efecto, el kavod, la «gloria del Señor», ¡la manifestación de su potencia y presencia!
Con cariño,
Alice
28 de julio de 2025