LO QUE CUENTAN LOS TEJIDOS ABORIGENES

Puede sonar raro, pero los tejidos aborígenes hablan y cuentan historias.Vamos a contarles en líneas generales lo que "ellas", las hilanderas y tejedoras de la Provincia La Pampa dicen sobre su cultura.
Por Estela Casado y Mirtha Susana Rodriguez
La mujer
ranquel conservó el acerbo cultural escondido porque no se podía hablar y
mantuvo el conocimiento oculto, pasado en secreto a las nuevas generaciones,
pudo mantener estos rasgos activos en el núcleo cultural, como artesanías,
telares, hablar en lengua a sus hijos. Etc.
La vida nómade de los habitantes originarios llevó a las mujeres a decir en sus tejidos lo que les iba pasando.
Por eso, porque las cosas pasan y se mueven, nuestros ponchos están atravesados por esas rayas que nos llevan y nos traen. Antes había caminos secretos, como los que servían para esconder los toldos, otros muy conocidos, "rastrilladas" les decían, por ahí arreaban a los animales.
Las pinturas rupestres muestran los colores utilizados: rojo fileteado o relleno de blanco, con motivos geométricos en general; líneas concéntricas, trazos en zig-zag, figuras cuadrangulares y motivos cruciformes o rectilíneos. Estos mismos motivos aparecen en la cueva de La Salamanca en Lihuel Calel y en el Cerro Chicalcó (ambos en nuestra provincia) y en los tejidos que también dibujan laberintos, escaleras y triángulos.

Y esto nos cuentan las tejedoras:
"Pusimos color oscuro a la trama que abriga a los que todavía tenemos, color que dice del dolor de lo que se va dejando atrás, pero hay que seguir...... para buscar agua, cocinar , lavar o huir del enemigo, muchos enemigos de uno y otro lado, de arriba y de abajo; le ponemos rojo y negro a esos lugares del tejido, pero fijamos un cruce en el medio con un color diferente y alrededor tejemos bases como rectángulos para separar y localizar a los que podrían hacernos mal"
La excelente confección de un poncho otorgaba prestigio a la tejedora y al grupo, la prenda constituía un orgullo para el hombre que la llevaba y "hablará en figuras".
El trazado de las franjas puede repetir el mismo motivo en un diseño llamado "GRECAS" que aparece en forma de guardas dónde se vuelve el mismo tema al infinito. El sentido de estas repeticiones y de los dibujos laberínticos se ha asociado a la preparación para el viaje que deberían realizar después de la muerte hacia el mundo de los espíritus ancestrales. Representaba el camino a recorrer el que sólo sortearían con éxito si lo conocían con antelación.
En su forma de pensar, todas las actividades cotidianas estaban signadas por elementos simbólicos provenientes del concepto de que CADA ACCION TIENE UNA CONSECUENCIA Y QUE TODO SUCESO PRODUCE ALGUN EFECTO (ley de Causa y Efecto). Por ello el tejido tenía ciertas reglas que debían seguir y respetarse.
Y sigue el relato:
"El único color que no fabricamos es el AZUL, no lo precisamos tanto, si azul es el cielo y también azul se ponen los colores cuando les da la sombra, porque los colores no son de un solo color sino que van cambiando con la luz y también con la vecindad. Si pongo al lado dos prendas, parece que se entendieran y que una hace a la otra cercanas y algo parecidas. Si las alejo como enojadas, cada una vuelve a ser lo que era antes"
El azul profundo designaba a la MAPU, aportaba la condición de RESPLANDOR asociando a su portador con los estratos COSMICOS MAS ALTOS. El color azul conectaba a las mujeres con las divinidades que serían SERES CELESTIALES perfectos y hacía de nexo entre AMBOS MUNDOS.
El rojo y negro se utilizaban respondiendo a razones de carácter mágico o religioso o a razones prácticas adecuándose a la vida habitual o cotidiana.
Los saberes y habilidades de las tejedoras comienzan por el conocimiento de plantas y de los procesos de pigmentación asociados, así como el tratamiento de la lana. Por y para el tejido se criaban animales y se guardaba la lana o se miraría la vegetación con atención a su beneficio para el teñido. Para esto desarrollarían estrategias asociadas a los tiempos de la naturaleza, siembra en primavera, recolección en verano, esquilar las ovejas en octubre, o sea cada acción asociada a su tiempo.
La oveja "pampa" fue un logro de la ganadería indígena, especie local desarrollada a partir de la europea, criada en estancias y chacras mapuches de la región patagónica. Su lana ofrecía un vellón más largo muy apreciado por las tejedoras.
Con respecto a los colores, las de color rojizo se obtienen con las hojas de eucaliptus medicinal, las hojas y ramas de jarilla ofrecen un tinte verde amarillento y su raíz el marrón, el piquillín con su raíz ofrece tonos marrones y así podemos nombrar infinidad de plantas autóctonas. Con el caldén, algarrobo, alpataco y hasta la yerba mate para hacer infusiones y en las que se sumergen las madejas obteniendo diversos colores.
Tanto hablaba el diseño de los ponchos que Mariano ROSAS le regala a MANSILLA un poncho hecho por su mujer principal diciéndole:

"Si alguna vez no hay paces, mis indios no lo han de matar, hermano, viéndole ese poncho".
Al respecto, dice Mansilla en sus relatos " la gran significación que ese poncho tenía no era que pudiera servirme de escudo en un peligro, sino, que el poncho tejido por la mujer principal del cacique, entre los indios es un gaje de amor, es como el anillo nupcial entre los cristianos".
Hay datos suficientes que confirman la valoración comercial de los ponchos, así como su uso para obsequios, como gesto de hospitalidad, gratitud o cortesía.
LOS PEHUENCHES del Sur de Mendoza, después de 3 días de reuniones obsequiaron al General San Martín en 1816 varios ponchos, obras de las mujeres, en agradecimiento por la consulta de autorización para cruzar la cordillera hacia Chile por "Territorio Indigena".
Concebido como una prenda eminentemente masculina, a la distancia el poncho individualizaba a su dueño.
El origen de la palabra poncho, que en mapuche define a la frazada para dormir, se debiera a su uso de abrigo para pasar la noche a la intemperie. Otro poncho asociado a la cotidianeidad fue el CALAMACO, palabra también mapuche para designar al tejido burdo para tareas rurales. Originalmente denotaban a su portador, aludiendo a la genealogía de la tribu o grupo de pertenencia. Podía incluir signos que aludían a la personalidad de quién lo llevaba.
La técnica puesta en la confección daba cuenta de la importancia del poseedor, gracias a la tejedora que jerarquizaba su persona con la complejidad de la técnica del tejido.
El PELERO o CHAÑU era la prenda del recado y también se usaban en ceremonias como alfombra individual en el momento de desmontar y participar del ritual.
El uso habitual de la MATRA como cobija o colchón hizo que a veces se confundieran los términos y se usaran indistintamente para referencia a la prenda o su uso ecuestre, o su adaptación doméstica. Por eso se generalizó decir "gaucho Matrero", al que huyendo de la Ley, dormía a campo abierto cobijado por su matra.
Al Norte de la Patagonia se fue pasando del simbolismo al virtuosismo textil de la prenda, perdiendo el significado de origen y también desvirtuando las atribuciones del color.
"El triángulo me hace acordar a las flechas con las que nos defendíamos o atacábamos en otros tiempos... luego se transformó en pala cuando nos quedamos quietos en esta tierra desolada que decían era para nosotros"
"Los lugares a veces se cierran un poco, como hacemos en los dibujos y otros se abren a lo ancho, ancho hasta el borde de la prenda. Entonces dejamos un solo color que dice de cuando estamos entre la Tierra y el Cielo y es cuando nos sentimos dueños de todo, queremos cuidar lo que hay porque aquí vivimos. Pero no todos pensamos igual y quisieron sacarle el jugo a la tierra, sacarle plata hasta cansarla. Son los que llegaron con armas y hubo guerras...."
La naturaleza se hace trama, los colores se alternan como el paisaje que de lejos parece liso pero de cerca se ve escalonado, la actividad del tejido reúne la historia de los habitantes originarios del continente sudamericano de las mujeres del mundo: fueron mujeres las tejedoras de la vestimenta en todos los tiempos y las que se ocuparon de los trabajos de aguja y bordado.
Bajo la enramada o junto al fogón, la experiencia transmitida de generación en generación ha dado frutos en la conservación de las prácticas impregnadas de valor identitario y artístico.
Un arte que está enclavado en la URDIMBRE de lo tenebroso vivido; en los restos de lo visto y de lo conocido, escuchado y aprendido. Que ocupan el lugar de la cosmovisión perdida en los tiempos de menosprecio y de ocultamiento.
Se detuvo la transmisión, que hoy se interesan por recuperar, porque ha cambiado la mirada externa sobre ellas y dicen:
"Recordamos lo de antes como si las madres y las abuelas estuvieran dentro de nosotras y nos estuvieran enseñando".
El telar ha permitido a las tejedoras encontrarse y definirse como personas en ese escenario que no puede ser pensado si no es desde los sentidos.
Otra cosa que tienen los tejidos es que según desde dónde se mire puede verse cosas distintas, como si fueran dibujos que abren el mundo o la cabeza de quienes los miramos, como diciendo: "no te quedes solo con lo tuyo, fíjate que este otro u otra, ven otra cosa".
La URDIMBRE puede ser una buena metáfora de la propia vida de la tejedora, la urdimbre no se ve, queda silenciada por lanas de colores que la pueblan haciendo diagrama, creando belleza. Allí hace presencia lo histórico: el tejido con su grafía y color, técnica y forma, asume la forma concreta en que el pasado se aparece. Ese todo referido hace presente en el poncho o en la matra los saberes olvidados de quienes se recuperan de la invisibilización por ser tejedoras originarias y por ser mujeres.
Sus obras hablan de naturaleza y de historia, de movimiento, de nomadismo, de ritmo, vibración, de creaciones cuidadas. reflexivas y bellas; tan confortables como atractivos abrigos para el alma.
Dieron color a la oscuridad y ellas mismas tomaron la consistencia de sus tramas. Un movimiento insospechado para la mirada de los dominadores, que no imaginaron esa fuerza inusitada, ni esa capacidad de escribir aún, sin saber hacerlo, porque su escritura se hace con lanas, haciendo arte.
¡¡¡Nuestra inmensa gratitud a todas ellas!!!
Estos datos fueron extraídos del libro:
NOS VIENE A LA CABEZA de Ana Martín y se refiere a las enseñanzas que las mujeres ranqueles-mapuches imparten en sus talleres en diferentes puntos de nuestra provincia, como por ej. El de la Lof Mapuche - Ranquel de Toay, a cargo de Juana Vila Rosas o la sabiduría de otra gran tejedora: Juana Cabral....por nombrar algunas de ellas.
Programa N° 119, emitido el 24/2
