ESTAMOS DORMIDOS
¿Qué nos pasa, acaso estamos dormidos?
Por Daniel Amaral
Seguro apagamos el despertador y nos volvimos a dormir. Es probable que el cansancio nos haya ganado. Que un mensaje llegó al celular y tuvimos que contestar, y después el anuncio de una oferta que pensamos era imperdible nos llamó la atención.

Bueno, también tuvimos que ir al trabajo y claro, la jornada fue larga y agotadora. Y aquella noticia, al otro lado del mundo, de pronto se volvió borrosa, quedó en un segundo o tercer plano. Por supuesto nos picó el hambre y había que hacer de comer, fuimos a la heladera y encontramos lo que necesitábamos. Sin ningún sobresalto, ningún estruendo, ni apagón de la energía eléctrica; apenas el ruido de la calle y el maullido de un gato que se escuchaba a lo lejos. Y cuando se hizo tarde, una cama nos esperaba para un descanso reparador. Para soñar con un nuevo día, con un nuevo despertar, que nos ofrecerá una ducha y un café caliente, un momento distendido, un nuevo comenzar. La posibilidad de salir a la calle, la posibilidad de elegir qué hacer y qué no.
Para ese entonces, dejamos atrás aquella noticia sobre un bombardeo en un hospital, y el siguiente a una escuela, donde murieron muchos niños, que en un momento nos sacudió y casi saltamos de un temblor. Instantes después nuestro subconsciente se quiere olvidar, para no sentir dolor, o simplemente para no pensar en aquella situación que, como no me sucede a mí y nada puedo hacer para cambiarla, mejor ni pensar.
Y es ahí, en ese instante, donde tenemos que detenernos, contener la respiración, más que contener, respirar profundo y reflexionar sobre cómo estamos parados en este mundo.
Pero después de una buena reflexión hay que pasar a la acción; por aquello de acción y reacción.
¿Acaso nos tiene que pasar a nosotros para sensibilizarnos, para reaccionar, para indignarnos, para poder expresar algo? ¿Para salir de nuestro yo y pensar en un todo, en una humanidad, en la vida y no en la muerte?
¿Cómo se puede mirar hacia adelante, si nuestra mirada es indiferente? Si vemos una injusticia y corremos nuestros ojos hacía el costado y en dirección al suelo.
¿Cómo no darnos cuenta que están masacrando a un pueblo, que mueren niños, que podrían ser nuestros hijos, nuestros nietos, los hijos de nuestros vecinos? ¿Cómo podemos dormir tranquilos, cómo hacemos para estar en paz en un mundo así?
La paz sin justicia, la paz sin libertad, la paz individual mientras alguien se desangra, la paz por sí sola, no existe.
Pongámonos en la piel del otro, en la piel de aquella madre desesperada porque su hijo se le muere en los brazos, o de aquella niña que de un momento a otro queda sola por perder a toda su familia en un bombardeo.
No se puede estar en paz, mientras nos acecha la guerra, mientras convivimos con nuestros demonios, con nuestras miserias, con nuestro egoísmo.
Pero tenemos una salida; al principio es un camino estrecho, un sendero espinoso. Porque tenemos que romper con los moldes del 'no se puede', romper con todo lo que nos impusieron y que nosotros nos dejamos imponer. Y después de romper nuestra propia estructura, tomar el camino del amor, el de la empatía, el de la búsqueda de lo que nos une y no de lo que nos divide. Y desde ahí, desde esa mirada sincera, desde la rabia contenida, abrazar con fuerza la causa, que es la defensa de la vida en todas sus manifestaciones.
Vivir, pero vivir con dignidad, es abrazar la libertad, es abrazar la verdad, es abrazar a nuestros hijos, es abrazar la paz, una paz que solo puede vivir si de verdad estamos dispuestos a luchar por un mundo donde renazca el amor y muera por fin el dolor que solo nos trae miseria y destrucción.
Daniel Amaral
26/6/25