LA MEMORIA OBRERA QUE RESISTE
El 7 de octubre de 1571, occidente se jugó una parada muy brava en el dominio del mar Mediterráneo por negocios económicos para todo lo que era Europa para aquel momento. La rivalidad era con el mundo árabe, con los otomanos en aquel momento y eso se definió ese día, en lo que fue la sangrienta batalla de Lepanto que pasó a la posteridad porque una de las personas heridas fue Miguel de Cervantes Saavedra, el autor de Don Quijote que pasó a ser nombrado por aquella batalla, el manco de Lepanto.
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Por Calos del Frade
Lo cierto es que en esa batalla según las crónicas españolas, hubo casi 30.000 víctimas, igual que la cantidad de desaparecidas y desaparecidos que tiene la Argentina a través del terrorismo de estado y que las naves tanto europeas como las del mundo árabe, no podían deslizarse en las aguas porque estaban atoradas en los cadáveres de los soldados de uno y de otro bando.
Esa empresa militar, asesina, despiadada, que fue pagada por el Vaticano para consolidar el dominio económico sobre el mar Meditarráneo hizo que el Papa, disfrazara esa matanza y la convirtiera en una celebración del calendario católico que continúa hasta nuestros días. Puso ese día como el "día de la Virgen del Rosario".
Esa fecha es la que se utiliza para que la ciudad de Rosario celebre supuestamente sus 300 años de vigencia. De hecho el intendente Pablo Javkin y el gobernador de la provincia, Maximiliano Pullaro, usaron esta fecha tan extraña, -de la cual se habla muy poco hoy de su verdadera raíz- para expresar un proyecto político de presente y de futuro.
Pero en esta historia de 300 años habrá que reparar especialmente, en el último tramo de sesenta años, en donde Rosario fue el corazón del segundo cordón industrial más importante de América Latina, porque era una ciudad obrera, industrial, ferroviaria y portuaria.
Eso generó que en los años sesenta la ciudad tuviera un crecimiento poblacional de más del 60% porque venía gente de Entre Ríos, Corrientes, Chaco, Córdoba, Buenos Aires, La Pampa, para habitar el lugar que hacía del trabajo su manera de ser. Había tres turnos en las metalúrgicas, las noches de las calles de Ovidio Lagos hacia el sur, estaban tachonadas de las luces que venían de los fuegos, de las torres flamígeras de esas industrias metalmecánicas.
Había cultura dominante de cafés concert y teatros que abrían casi todos los días, una noche muy activa, una vida social plena y una universidad que se pobló de estudiantes de distintos lugares de la Argentina y de América del Sur. Era la ciudad obrera, eso duro hasta finales de los años 80 cuando las políticas económicas la destruyeron y la convirtieron en la ex ciudad obrera, ex portuaria y ferroviaria y empezaron a aparecer los agujeros negros de la desocupación de los barrios, dos de los grandes negocios del sistema capitalista, el contrabando de armas y el narcotráfico y eso generó, que a partir especialmente del tercer milenio, el negocio del flujo de dinero pasara por las inversiones en servicios, dejando de lado el industrial, empezó a aparecer el mundo inmobiliario donde se levantaban grandes edificios en donde vivía muy poca gente. Se hacían viviendas para que no viviera la gente, se hacían viviendas para lavar dinero.
Hoy Rosario es una ciudad archipiélago, con islas de la fantasía, islas de postales que parecen ser otras ciudades, como si fuera una Miami transportada al lado del Paraná, y por otro lado las islas grumosas en donde la gente la pelea con lo que tiene para empatarle al fin de mes.
Lo cierto es que todo lo que empezó a suceder con la muerte, con la sangre derramada en los barrios, como efecto de las bandas narcopoliciales barriales que se disputan sus territorios a partir del 26 de mayo de 2013, cuando lo mataron al ex jefe indiscutible de la banda de los monos, Claudio pájaro Cantero, es también el resultado de lo que dejó de ser la ciudad obrera de Rosario.
Para que quede claro, Rosario nunca tuvo violencia cuando era un cordón industrial, cuando había trabajo. Por eso posiblemente el mejor presente y el mejor futuro sea volver a ser una ciudad obrera, industrial, portuaria y ferroviaria, para que justamente, haya motivos para celebrar sin ocultar su verdadera historia, el origen de sus verdaderos dolores.
Igualmente Rosario, siempre resiste porque esa memoria obrera todavía sigue viva.

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Programa N° 256, emitido el 10/10


