LOS GOBIERNOS SIONISTAS Y LOS FARISEOS DEL SIGLO XXI
Por Facundo Perez
Estamos viviendo un momento particular en la historia de la humanidad en el que los hombres, a través de los Estados y los gobiernos, se proclaman representantes de Dios sobre la Tierra. Asistimos nuevamente a la vieja escena del templo: los mercaderes, los escribas y los fariseos. Luego de dos mil años, están ahí otra vez, vistiendo trajes y conduciendo el devenir de las naciones. Como sucedía en el pasado, doctos en las Escrituras y las leyes, se adjudican pasajes de la Torá —o del Antiguo Testamento para los cristianos—, invocándolos no para guiar al pueblo hacia la justicia, sino para justificar sus propios intereses.

Con el Estado de Israel encabezando la lista, acompañado por los Estados Unidos de América y, como nuevo aliado emergente, el gobierno argentino, se configura el ejemplo más descarado de los Estados sionistas, aquellos que se cobijan bajo la idea de ser "el pueblo de Dios".
Javier Milei, en su prédica política, ha repetido frases como "las fuerzas del cielo", refiriéndose a un supuesto mandato superior que lo acompaña. Ha mencionado a los Macabeos —símbolo de lucha y resistencia— y otras citas que apuntan a una especie de "misión divina". Una vez asumido su mandato presidencial, no tardó en cumplir lo que durante su campaña había anunciado: aliarse con los Estados Unidos y con el Estado de Israel. Incluso visitó Israel como uno de sus primeros viajes oficiales, investido ya como presidente de la Argentina.
Hace apenas unos días, en una conferencia conjunta, el primer ministro de Israel, Benjamín Netanyahu, junto con Donald Trump, declaró: "Dios ayudará a quienes ayuden a Israel". Las palabras fueron pronunciadas en un contexto de reafirmación del apoyo militar y político, mientras la Franja de Gaza continuaba siendo el escenario de la crueldad humana.
Pero ¿qué clase de Dios avala el exterminio del inocente? ¿Qué pueblo puede llamarse elegido cuando siembra dolor en su hermano? Los mismos que hoy citan los textos sagrados para legitimar su dominio son, en espíritu, los fariseos del siglo XXI: doctos en las Escrituras sagradas, los nuevos "emisarios de Moisés" en la Tierra, pero vacíos en sustancia.
Jesús, hace dos mil años, los llamó por su verdadero nombre:
"¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas! porque sois semejantes a sepulcros blanqueados, que por fuera, a la verdad, se muestran hermosos, mas por dentro están llenos de huesos de muertos y de toda inmundicia."
(Mateo 23:27)
Y también les dijo:
"No penséis que yo os acusaré delante del Padre; el que os acusa es Moisés, en quien vosotros habéis puesto vuestra esperanza. Porque si creyerais a Moisés, me creeríais a mí, porque de mí escribió él. Pero si no creéis sus escritos, ¿cómo creeréis mis palabras?"
(Juan 5:46)
De la misma manera que hace dos mil años el Maestro Jesús reprendió a los escribas y fariseos, hoy sus palabras cobran la misma relevancia y actualidad, como si se tratara de las mismas personas:
"¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas!, porque cerráis el reino de los cielos delante de los hombres; pues ni entráis vosotros, ni dejáis entrar a los que están entrando."
(Mateo 23:13)
La historia humana pareciera ser cíclica. Mientras los hombres no cambien en sustancia, estarán destinados a repetir sus errores a través del tiempo.
"¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas y apedreas a los que son enviados a ti! ¡Cuántas veces quise juntar a tus hijos, como la gallina junta sus pollos debajo de las alas, y no quisiste! He aquí vuestra casa os es dejada desierta. Porque os digo que desde ahora no me veréis, hasta que digáis: 'Bendito el que viene en el nombre del Señor.'"
(Mateo 23:37-39)
Facundo Pérez
26/10/25
