LA MINGA

ORGANIZACION COMUNITARIA
Sandra Antón una de sus referentes cuenta "nos quieren correr con el fuego, acá podrían hacer un loteo turístico, pero primero... tienen que barrer a quienes estamos defendiendo el monte".
Por Estela Casado y Mirtha Susana Rodriguez
Esta es una organización comunitaria que se formó en Charbonier, una pequeña localidad de las sierras cordobesas allá por el 2020 tras los incendios sucedidos en aquel momento. La Minga un espacio cultural, social y productivo que sirvió como refugio y base operativa a la brigada de vecinas y vecinos y que ayudó a combatir el último gran fuego que asoló nuevamente las sierras entre el jueves 19 de septiembre y los primeros días de Octubre. Además es centro de donaciones, olla popular y donde se ofrecen talleres de cerámica, yoga, guitarra, piano y telar, entre otros. Bien organizada y cubriendo una pared por completo se despliega una biblioteca popular, que ofrece libros de literatura, antropología y ciencias sociales. Quien necesita alguno, a la vieja usanza, completa una ficha y lo toma prestado.
Lo más visible de
estas brigadas comunitarias son las personas con mochilas y chicotes que se
internan monte adentro enfrentando el fuego pero hay
un entramado comunitario que sostiene esa tarea,
están quienes apagan el fuego, pero también, quienes hacen compras de
implementos, consiguen donaciones, cocinan y se ocupan de la logística.
¿Cómo se conforma una brigada?
"Con voluntad". "Acá hubo una compañera encargada de anotar las personas que salían en las brigadas, cuándo salían y cuándo volvían, para asegurarse que todo el que iba volvía sano y salvo. Hubo otra compañera encargada de anotar qué pasaba con la comida, quiénes cocinaban, cuánto se cocinaba, si los brigadistas comían. Hubo otras que iban registrando la plata que entraba por las donaciones y qué se compraba. Otro compañero se comunicaba con los bomberos o con Defensa Civil".
En aquellos días, las necesidades básicas se redujeron a tres palabras: hambre, fuego, agua.
El fuego estuvo, esta vez, demasiado cerca de las viviendas. Y hubo mucha espontaneidad para acercarse a colaborar."Nos dimos cuenta de que no hay un héroe o un par de héroes, sino que el conjunto hace al héroe, a los héroes".
Todo el mundo
sentía que había que sostener una comunidad para algo que estábamos enfrentando
y que no sabíamos cuándo terminaba. La gente se
autoconvocó y sintió al espacio como suyo, fue algo superior a nosotros.
Llegamos y ya estaban organizando las ollas.
Los incendios forestales de 2020 significaron la pérdida de 360.000 hectáreas de monte nativo. En esa oportunidad, murió un brigadista de la zona de San Esteban.
Las brigadas de vecinos acuden a controlar los fuegos más pequeños, que significan una amenaza si no se controlan a tiempo.
Hay árboles como el quebracho —explica un brigadista— que se queman por dentro. Arden el tronco y las raíces y, si el fuego encuentra por dónde salir, se prende de nuevo. Para esos casos es fundamental la guardia de cenizas, otra tarea que también hacen las brigadas, y que es necesaria para evitar reinicios. Además se ocuparon de desarmar el mantillo, una cobertura de vegetación seca que contribuye a propagar el incendio. En cada grupo van doce o quince personas con mochilas, chicotes, rastrillos y azadas; acompañadas por alguien que conozca bien el territorio.
En Charbonier, una localidad con poco más de 200 habitantes ubicada a 124 kilómetros al norte de Córdoba capital, no hay, hasta el momento, un cuartel de bomberos o un sistema de alarmas. En estos momentos se está conformando un área de defensa civil.
"Después de cada incendio llega un barrio privado o una megaobra".
¿Qué queda después de un incendio forestal?
El color de la muerte, un páramo oscuro e inquietante. Un silencio sin pájaros. Cadáveres de árboles, hormigas acarreando lo que queda y perdiéndose en suelos cenicientos. Después del incendio, sobre los restos de árboles añejos ya muertos, queda un nudo en la garganta y una sensación de soledad.
Cerca de donde comenzó el último incendio se emplaza un sitio arqueológico indígena. Juana Manuela López es casqui curaca (autoridad política y espiritual) de la comunidad comechingona Hijos del Sol. Fue la primera autoridad comunitaria transgénero de esa comunidad que nuclea a diez familias. López cuenta que en ese territorio hay vestigios de construcciones ancestrales: "Una especie de ciudadela con casas, corrales, lugares donde se fabricaban herramientas, piedras donde se curtía el cuero".
En
la cosmovisión del Pueblo Comechingón, el monte nativo es central. "Creemos que nuestro cuerpo es el territorio
y viceversa. No nos pensamos separados de la naturaleza, nos mezclamos, nos
mimetizamos y creamos una armonía con el territorio porque nos sentimos parte
de él, como un órgano", explica. "En
el monte tenemos medicinas, alimentos y habitan espíritus como el del puma o el
del zorro, que sienten y viven como nosotros".
"El monte es un tejido, un sistema donde las plantas (los espinillos, talas, quebrachos) se apoyan entre sí".
Esa imagen recuerda a la brigada, cuyos integrantes también se sostuvieron mutuamente para sobrevivir y ayudar al bosque incendiado.
El 8 de octubre, cuando aún estaban tibias las cenizas, el gobierno nacional resolvió por decreto eliminar el fondo fiduciario para la protección de los montes nativos. "No me sorprende", manifiesta otro integrante. "El tema es la gente que no lo escuchó antes, porque siempre dijo lo que iba a hacer."
El monte necesita estar en reposo por lo menos 30 años para que puedan rebrotar las raíces y que las pequeñas islas verdes que quedaron puedan expandirse.
"Hasta el 2020, nunca habíamos vivido una situación así. Siempre pasó y era tema de las noticias que había algún fuego en las sierras pero nunca había sido tan dramático como en estas últimas dos veces. Nunca fue tanta la violencia, ni hubo tanto riesgo ni tanto miedo".
Entre los integrantes de La Minga la respuesta también aparece sin rodeos: el negocio inmobiliario y la continuidad de la autovía del Corredor Bioceánico, que buscan unir al centro-norte del país con Chile. Dicha mega-obra ya motivó el repudio en Punilla por su avance contra el monte nativo.
"Existe un compromiso político en relación a la autovía y nosotros somos mosquitas en medio de un capitalismo voraz. Después muerden todos: las provincias y los municipios", resume Antón. Los vecinos mencionan, además, los intereses mineros que comienzan a explorar la posibilidad de extraer en nuevas zonas, como en la cercana localidad de Ongamira, donde la movilización popular le puso un freno a las mineras.
Para ellos no hay duda alguna de que estos incendios forestales son intencionales.
En el 2020 cada municipio coordinó con Defensa
Civil y con los bomberos. Esta vez se centralizó el operativo en la órbita del
Ministerio del Interior y los gobiernos locales quedaron fuera de ese circuito. "Pedíamos
información y no la teníamos. Es la forma que encontraron para lidiar con los
vecinos".
"Están corriéndonos con el fuego para que nos vayamos, nos cansemos y desocupemos. Acá podrían hacer un loteo turístico si cambian el uso del suelo. Pero primero hay que barrer a quienes estamos defendiendo el monte nativo con las brigadas, que no tenemos intereses lucrativos".
Quisimos comentarles esta nota, más allá de la
divulgación que hicieron los medios en su momento, porque habla del compromiso, la
solidaridad, la autogestión, la defensa del territorio que ocurre aún, por
suerte, en varios lugares de nuestro país y porque además, es la única manera de
hacerle frente a las injusticias que se cometen día a día.
Nos despidimos con una de las frases del "Martín Fierro", más vigente que nunca:
Los hermanos sean unidos
porque ésa es la ley primera,
tengan unión verdadera,
en cualquier tiempo que sea,
porque si entre ellos se pelean
los devoran los de ajuera.
Y le pidimos permiso a su autor, José Hernández, para agregar:
"También nos devoran los de adentro, cómplices de todas las épocas"
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